Maze runner es dirigida por Wes Ball, la cinta es una adaptación del primer libro de trilogía novelística homónima editada por Delacorte Press el año del 2009, escrita por James Dashner,  quien también funge como uno de los guionistas de la cinta.

El argumento de la cinta inicia con una secuencia en la cual podemos observar el ascenso en un elevador de Thomas (Dylan O’Brien), quien al momento de llegar a la cima de éste se siente desconcertado; una multitud de jóvenes ahí presentes lo sacan de quicio y como consecuencia, comienza a correr a campo abierto, en un intento de escape sin mucho éxito.

Después de conocer el lugar llamado “Área” el cual está rodeado por inmensos muros, nos enteramos que está en un lugar para él desconocido, vaya ni siquiera él mismo  sabe cuál es su nombre; los minutos siguientes de la cinta son un una serie de escenas en las que se intenta llenar de misterio al largometraje, desgraciadamente los recursos utilizados -las acciones de Thomas y de los personajes secundarios son demasiado obvias- terminan siendo un cliché.

La idea en esta primera mitad de la cinta es clara, la llegada de un agente externo a una comunidad establecida ocasiona caos, puesto que este agente externo, Thomas es un personaje curioso de su entorno que va en contra de los dogmas establecidos, a través de esta premisa se intenta llenar de una atmósfera de misterio y acción al espectador. La idea no es mala, pero tampoco es nueva, basta remitirnos a los argumentos lanzados con anterioridad por J.J. Abrams (LOST), o bien a películas como Los juegos del hambre en donde la supervivencia entre iguales es el pretexto para llenar a la cinta de acción desenfrenada.

Gally es la contraparte de Thomas, es el joven que no cuestiona lo ya establecido e incluso él ve como dañino la exploración más allá de los muros; so pretexto de lo anterior vemos a “corredores” arriesgando sus vidas través del laberinto, a “penitentes” que intentan matar a los corredores con secuencias pobres de acción. Quizá el momento  más estrepidante  de acción es aquel del escape de la zona de placas.

El guión es deficiente, ya que deja muchos huecos con tal de llenar de misterio al filme que al final se intenta resolver en dos patadas que el argumento termina siendo inconsistente. La intención es clara, la cinta está dirigida al público teenager, aunque esto no debería ser una excusa para los realizadores quienes debieron haber puesta más atención a detalles que de una u otra manera no toman relevancia en el filme.

De igual manera las actuaciones de los jóvenes protagonistas, exceptuando a Dylan O’Brien, ninguna se sostiene; este último apartado es interesante, ya que, quizá la intención de utilizar a actores no tan famosos, debió ser, darle un aire nuevo y fresco a la cinta, pero el resultado es totalmente lo contrario en especial la actuación de Will Poulter en el papel de Gally, nada convincente. Además de eso, es una desgracia que la actuación de Kaya Scodelario a quien ya habíamos visto en la versión inglesa de Skins se haya perdido entre la nada, ya que su personaje termina siendo inconsecuente y no aporta mucho.

En su conjunto la historia intenta ser más de lo que está a su alcance. Este best seller, atrayente para el público adolescente deja mucho que desear en su adaptación cinematográfica, no sólo porque termina siendo una cinta que se siente concluida a bote pronto, sino porque en su construcción visual termina siendo un filme carente de momentos memorables, no sólo a nivel de acción sino también a nivel guión.