A dos años del fallecimiento de Gustavo Cerati, mucho se ha dicho de su legado, de la influencia con la que marcó a más de una generación de compositores y músicos. Sin embargo, existe una parte de su historia que ha sido casi ignorada: su formación, la escuela de la que emanaron su sonido y su estilo lírico.

Al hablar de rock, suele pensarse en interpretes anglosajones, llámense ingleses o norteamericanos. Juicio que no se encuentra fuera de la razón, pues son los de habla inglesa quienes han internacionalizado la música rock desde sus orígenes.

Pero ¿Qué aportación ha ofrecido la escena nacional de los países hispanoparlantes? En cada uno de esos países existen agrupaciones y solistas que bien merece la pena rescatar, sin embargo, existe uno que merece mención honorífica a juicio de quien esto suscribe: El Rock Argentino.

No fue producto de la coincidencia, el hecho de que haya sido Cerati quien protagonizara junto a Soda Stereo, el auge que tuvo el rock de habla hispana. Desde finales de los años sesenta, Argentina había sido incubadora de creativos que habrían de darle forma al rock de dicho país, a través de una capacidad de expresión artística que fue enriquecedora y dueña de una voz propia y característica.

La palabra pop tiene la suerte misma del diablo, que por costumbre suele ser ir acompañada de animadversión por quienes la pronuncian. Igual que el diablo, es una figura de la que se puede aprender bastante. Aun entre la estridencia, la vanguardia y lo alternativo, yace escondida en los detalles; otras veces mostrándose desnuda bajo la delicia del descaro, la palabra pop toma forma y toma riendas. Esto sucedió en el rock argentino. Cosa de agradecerse.

Sin afán de un insidioso estudio categórico del rock argentino, comparto con ustedes, lectores y banda, las impresiones primeras que se asoman al recordar la música con que identifico a ese país de América del Sur, a través de algunos referentes discográficos.

Charly García, uno de los músicos más eclécticos Argentina, es reconocido por su extensa carrera en solitario, aunque no deja de ser interesante adentrarse en su locura y corazón, tomado dos rutas alternativas: Sui Géneris y Serú Girán.

Sui Géneris, dúo en el que Charly se hizo acompañar de Nito Mestre, en sus años mozos, formado en Caballito, un barrio en el centro y corazón de Buenos Aires. Sin que  ninguno de los dos alcanzara aun los 20 años de edad, se reunieron para hacer música a finales de los años sesenta. El estilo es variante, yendo del folk al blues, con tintes psicodélicos. La lírica, puedo definirla como poesía joven en estado puro. Vida fue su primer disco de estudio, editado en 1972, en donde, lejos de advertirse inexperiencia, deja ver un talento nato y casi ingenuo, en el que a pesar del eclecticismo, el pop era siempre el común denominador. La belleza radicaba en la modestia de los arreglos y de la grabación misma.

Ya para el 77, siendo un músico mucho más experimentado, Charly García se embarcó en un nuevo proyecto: Serú Girán, esta vez junto a otros talentosos y reconocidos músicos argentinos: Pedro Aznar en el bajo, David Lebón como guitarrista; batería y percusiones de Oscar Moro (q. e. p. d).

A diferencia de Sui Géneris, esta nueva agrupación apostaba por otras cosas. Pretenciosa, sí, pero atinada y mucho más rica en ritmos que su antecesora. La ejecución contaba con una mayor complejidad y los ritmos iban del jazz fusión al rock and roll, convirtiéndolos esto en una banda de rock progresivo. Pop progresivo, en realidad, pues la suavidad entre las notas y la dulzura de los arreglos vocales, permeaba y contrastaba con la variante constante en la velocidad de los tempos, los juegos con el teclado y la precisión de la batería y el bajo. La guitarra daba un ambiente inusual y misterioso.

Fueron considerados como “Los Beatles Argentinos” o “Los Beatles Criollos”, cosa que me parece una nacionalista exageración por parte de la crítica porteña de la época. La comparación vendría a ser tal vez absurda y en definitiva injusta. Esto sin demeritar el talento de la agrupación.

Su discografía fue breve (cinco álbumes de estudio) pero sin desperdicio. Del primer disco homónimo se desprende un tema por demás interesante: Eiti-Leda que es una mini ópera compuesta por García a la edad de 17 años, que fuera pulida más de diez años después por Serú Girán. No apta para paladares (u oídos) regulares.

El estilo y recursos poéticos, contaban con elementos diferentes esta vez. Llevando al escucha de la mano y con suavidad, a paisajes más bien sórdidos o agridulces. Lo cual era congruente con el jugueteo de jazz y teclados demenciales.

Sin perder, por supuesto, el contacto con la desnudez de la canción: arreglos acústicos que a la postre arrojaban temas folk de hermosa consistencia pop. Recuerdo por ejemplo, San Francisco y El Lobo, canción inspirada en el poema Los Motivos del Lobo, del nicaragüense Rubén Darío. El concepto de ambas obras, descansa sobre cierta historia que cuenta que, San Francisco de Asís, a través de un milagro, aquietó el instinto asesino de un lobo que amenazaba y atacaba el poblado italiano de Gubbio. Según la tradición religiosa, el santo logra redimir al lobo de su instinto, gracias a poderes crísticos, prometiéndole (al lobo) que los lugareños lo alimentarían y cuidarían de él, cosa que se cumplió hasta la muerte del animal.

Ruben Darío, en cambio, narra en su poema que luego de los malos tratos de la gente del pueblo, el lobo regresa a su estado salvaje. A manera de tributo y con letra propia, Serú Girán interpreta el tema compuesto por Charly. Conmovedor y multianálogo:

A quienes somos de la generación de Cerati, Fito Melero y Calamaro, muchas veces pasa inadvertida la influencia que ellos recibieron. Sin embargo, surgen nombres también como los de Luis Alberto “El Flaco” Spinetta, Pappo, entre otros.

Sirva esta modesta y brevísima salpicada, como apenas un asomo a dos fenómenos: el rock pop argentino y el aporte de Charly García a la identidad del mismo.