Para la pequeña Montserrat. Porque de los retoños se aprende. I Cuando te veo no hay misterio, el misterio aquel que rasguña o acaricia cuando no me ves. Desconociéndote, desaprendo lo que eres o redescubro lo que fuiste. Cuando tu mirada se ha ido, me hundo en el orgasmo sórdido de lo inmenso, de lo




