Tengo respuestas pa’ todo. Y tengo buenas respuestas porque es como ir a preguntarle a la señora que hace bien el mole cómo lo hace, lo hace no más porque le gusta hacerlo, porque ama hacer el mole. Yo hago canciones.
Hoy conocí a Manuel García y se me queda el alma tan grande que quiero contarlo. Manuel vino a Crisanta esta tarde y se sentó a conversar, a traguitos de cerveza, con diez afortunados amigos suyos, amigos de antes porque ya nos acompañaba con sus canciones, y amigos desde ahora porque así nos sentimos. Los genios de IrresponsableTV organizaron este encuentro que me atrevo a decir quedará bien arropado siempre en nuestros recuerdos.
Tardecita tibia en la Ciudad de México. El viernes nos habíamos encontrado en el Lunario y de pronto estábamos acá, sentados en una mesa larga, compartiendo una cerveza y hablando de esas cosas que de tan día a día se convierten en los pilares de la vida. Manuel se acercó y pidió permiso para sentarse con su cerveza. Brindamos y comenzó la conversación.
La primera parte de la charla se puede recordar gracias a la transmisión que hicieran en vivo a través de IrresponsableTV.
Mexicano en agosto, Manuel García comenzó platicando de lo sencillo que es tender un puente entre los países “es tan fácil como sentarse en una mesa y comenzar a compartir”, y así fue.
En una pausa en la transmisión se dio la conversación más entrañable. Algo de esta cercanía off the record es lo que quiero contar.
Entre los primeros recuerdos de Manuel estuvo el concierto en la Facultad de Economía hace algunos años. Contó que estaba queriendo repetirlo porque está buscando hacer conciertos en lugares más “caseros”, donde se pueda dar una cercanía mayor, porque si bien ha tenido que atender espacios más grandes que lo afiancen en el mercado, lugares como ferias y espacios gratuitos, populares, son parte de su razón de ser. Adelantó que en octubre regresará a México y está preparando algo muy especial que pueda ir haciendo esto posible.
“Tienen que sentirse orgullosos del delirio mexicano”,
dijo al recordar como en uno de los caminos recorridos por la ciudad él y su equipo se encontraron con un bloqueo; cuando preguntaron qué pasaba, le dijeron que se estaba filmando Godzilla.
“La guitarra te comunica con un mundo propio”,
contó después.
La guitarra latinoamericana está en todas las casas, la gente se reúne en torno a la guitarra y a través de ella se conoce y se identifica. Su padre invitaba a su casa a personas de dudosa reputación para cantar la música popular que la sentían que los identificaba. Así aprendió Manuel del amor y de la vida, de conocer y valorar las propias raíces. Un día su padre invitó amigos de cultura indígena a estas fiestas, y Manuel y sus hermanos conocieron así la sabiduría antigua a través de la música. Esta gente que iba a su casa a tocar la guitarra y cantar le parecían “pobres personas”, hasta que un día se dio cuenta de que entre ellos había gente muy importante, fundadores escuelas rurales, uno que acabó de profesor de economía y filosofía en Inglaterra, profesores universitarios… Estas personas que se acercaban a la guitarra no lo hacían sólo por la parranda, había algo más profundo que los acercaba. Lo que Manuel interpretaba como pobreza era humildad, hasta ante los niños bajaban la mirada para preguntarles cómo estaban, si necesitaban algo. Al crecer y entrar a las fiestas andinas, el imaginario creció aún más, siempre alrededor de la guitarra. Se hizo cargador para poder recorrer Chile. Viajar y conocer, ver que tan lejos como en México la guitarra sigue acompañando a esta misma gente.
A Manuel le gusta viajar y conocer, caminar por la calle, recorrer los mercados, platicar con la gente, grabar la música de los genios extraordinarios que pasan por ahí, de vez en cuando, en la calle, en las fondas, en cualquier lado, con boleros y rancheras. Él no vendría a México a tocar dos días para después irse sin conocer nada, sin probar la comida y conversar con la gente; sin caminar un poco de esto que es México. No cree en una relación verdadera de un artista si éste no ama ese lugar al que va a tocar. Conversamos entonces acerca de las diferencias entre México y Chile, pero sobre todo de la necesidad de identificarse unos con otros, de escucharse y unirse para reflexionar, de mesa en mesa y de canción en canción. El mundo en crisis empieza a necesitar una filosofía existencial de vida que reúna al ser humano. Olvidar esas ideas del individualismo en el que ser educado es no meterse con el otro al punto de hacer como que no existe. Y el dolor de México, su sangre y sus desaparecidos. El misterio mexicano, dice Manuel, es esa contradicción entre la indecible violencia que se vive en el país y la dulzura que se siente en la gente.
Y sonaba el “Chan chan” de Compay Segundo.
Nos contó también cuál era su canción favorita de Silvio Rodríguez: “Al final de este viaje en la vida”. La canción tiene un tempo y una respiración, dice Manuel, únicos; la arquitectura de la guitarra es muy latinoamericana pero al mismo tiempo no es ningún ritmo latino: no es samba, no es son cubano, no es música andina. Y en la letra está la reivindicación de la especie humana. Es una canción nuclear en la obra de Silvio, con una altura vocal y una profundidad especiales. “Mujeres” es quizá, siguió Manuel, el mejor disco en cuanto a la calidad de la guitarra; sin embargo, en ése y todos los demás discos se encuentra replicada la filosofía que se planteara ya en “Al final de este viaje”. “Un muchacho de 19 años que nos tira de las orejas y nos hace mirar el mundo con claridad”.
Hubo un momento muy especial en el concierto en el Lunario. El estreno de una canción nueva que, nos explicó, tiene que ver con esas épocas humanas tan complejas donde algunas historias, algunas fuerzas que se movieron durante el siglo XX y lograron traspasar hacia el XXI, están muy cerca de la palabra y más aún cuando esa palabra escrita es también cantada y transportada a través de la guitarra a distintas almas. Invitaron a Manuel a participar en la celebración por los cincuenta años de la canción revolucionaria en Cuba y aunque no pudo ir compuso una canción en agradecimiento: “La nueva canción de la trova”. Ahora Manuel nos contó que, al enterarse de que hay distancia entre Silvio y Pablo Milanés, quiso pintar a través de la música una fotografía que reuniera a Noel Nicola, Santiago Feliú, Silvio y Pablo, los cuatro muchachos que fundaron la Nueva Trova, la canción revolucionaria. Esto nos llevó a platicar de “Música libre”, el disco de Los Bunkers con canciones de Silvio Rodríguez en el que Manuel cantó “Al final de este viaje”. Nos contó de cuando con Mecánica popular, en algo que se llamó “Las Raras Tocatas Nuevas de la Rock&Pop”, montaron canciones de Silvio Rodríguez en versiones rock. Hicieron temas como “Esto no es una elegía”, “Santiago de Chile” y “Cuba va”, que por cierto quiere sacar con un arreglo nuevo, y no por nostalgia sino porque considera deber de todos no dejar perder ese patrimonio cultural tan fundamental para Latinoamérica y el mundo que son los valores de la Revolución cubana, la esencia de lo que son los cubanos como pueblo, a pesar de la injusta indiferencia con que se ha tratado a muchos artistas de Cuba. Y mencionó a Leo Brouwer, un genio de la música mundial que hizo por la guitarra latinoamericana más que nadie en la historia.
Saliendo del Liceo, de trece años, andaba ya con la guitarra preguntando dónde había algo para ir a tocar. Fueron a un sitio donde la gente se reunía y había música, ahí empezaron a tocar. No se habían dado cuenta y estaban en la sede del Partido Comunista. Tocaban toda la canción latinoamericana, incluso las canciones de Amparo Ochoa. Pasaron los años y su colaboración con el partido se fue haciendo más comprometida. Ya no era sólo tocar, ahora iban a pintar paredes y a sabotear actos de Pinochet. En una ocasión fue a cantar a una plaza para la madre de un desaparecido. Los papás se enteraron y se preocuparon mucho, por menos que eso desaparecían a la gente. Sufrió la constante censura, incluso cuando ya no estaba Pinochet en el poder. Recién llegado a Santiago, en 1994, le ofrecieron ir a Cuba a tocar. El único requisito era estar inscrito en el partido. Pero no estaban inscritos. Desde muy chicos habían colaborado estrechamente como artistas con el partido pero siempre sin credencial. Y no fueron a Cuba. Cuando se cumplieron cien años del partido, participó como director artístico de la celebración cuyo invitado especial fue Silvio Rodríguez. Sin embargo, hoy no está tampoco inscrito en el partido.
Y entonces platicamos sobre Acuario. Para poder hacerlo se apoyó en el pensamiento de Ray Bradbury, en la idea de Crónicas marcianas de que si el ser humano fuera a otro planeta lo fagocitaría por completo. El disco busca ser un reivindicador social sin clichés, con canciones que son una clave. En “Carcelero”, por ejemplo, cuando dice “que estoy ardiendo en el mismo lugar” está citando una canción de Los Bunkers acerca de un padre que se prendió fuego a sí mismo porque habían desaparecido a su hijo. Con Acuario, Manuel pensó en hacer un disco para la radio, con formas que pudieran funcionar; empezó a moverse en esa tecla electrónica y escribió el disco que, dice él, debió hacer a los 17 años. Él escuchaba entonces muchas bandas electrónicas, como Kraftwerk, pero también nueva trova y no sabía cómo conciliar las dos cosas. En un momento no sabía si seguir con la guitarra o dedicarse al break dance. Con el tiempo se dio cuenta de que si hacía canciones con la guitarra era porque era lo único que tenía, pero le gustaban mucho los sintetizadores. Con los recursos para hacer un disco así, con un equipo de producción adecuado, se animó a hacer el disco que le hubiera gustado hacer a los 17. Así, aunque Acuario es un disco muy diferente a los demás, es muy especial para él.
Nos contó también cómo conoció a Mon Laferte, quien lo buscó y lo seguía de antes. Él no sabía bien quién era ella, la recibió en el camerino del Lunario y se tomaron una foto para compartirla en las redes sociales, y él pensando que estaría ayudándola en su carrera. Al seguir la gira se encontró los carteles de los conciertos de Mon Laferte por todos lados y se sintió muy avergonzado.
Entonces Manuel García tomó la guitarra y ahí, como en una de esas reuniones de amigos en las que sin darnos cuenta tendemos puentes a través de la música, alrededor de ese hogar que son las canciones, se echó, al hilo, “El Rancho”, “Hablar de ti”, “Camino a casa” y “Témpera”. IrresponsableTV transmitió esta sesión acústica
aunque no alcanzó a mostrar las lágrimas que se nos escaparon cantando
“que baile la Virgen María entretanto pero que baile con el diablo, para arrancarle los cristales a tus sentimientos que son mis gigantes… gigantes…”
Hubo tiempo de abrazos y de seguir la conversación. De este otro tiempo sólo quiero recordar para siempre las palabras que le dio a Guadalupe y su corazón, que sufre ahora problemas de salud. Le pidió que cuando escuche una canción que dice “rojas raíces del corazón” sepa que es para ella, para que su corazón mejore.
Y así ha mejorado nuestro corazón después de sentarnos a la mesa de la vida con Manuel García. Sus próximas presentaciones serán 24 de agosto en Metepec, 25 de agosto en Puebla, 30 de agosto en Guadalajara, 31 de agosto en Aguascalientes, 1 de septiembre en Monterrey y 2 de septiembre en San Luis Potosí. Si cualquiera de estos lugares les queda cerca del camino en estos días, sigan el instinto de la curiosidad y llénese de la música de Manuel.
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