Hoy es imposible negar que vivimos en tiempos de cambio, que la coyuntura ha llegado nuevamente a la sociedad a nivel mundial. Donde con más frecuencia los símbolos que vemos todos los días en los medios y redes apelan hacia el miedo, la violencia y el mal gusto. Musicalmente son tiempos donde rapero necesita crear controversias masivas en todo tipo de medios de comunicación para comercializar su música y autoproclamarse artista. En donde todo aquel que logre encontrar un sentido artístico a su propuesta, es ya un “crítico a respetarse”.
Es en estos tiempos que hay artistas que todavía entienden la música como motor y no como pretexto para hacerse ricos.
Sean Lennon (si, el hijo de John) quien ha sido menospreciado, comparado e incluso señalado como objeto de burla ha dejado atrás la sombra de su padre y concentrándose en lo que sabe hacer: la creación musical.
Y es de resaltar que Sean es ya de por sí un gran compositor; es sin embargo virtuoso técnicamente en la guitarra (incluso mejor que su padre) aunque eso nunca se acepte, en la conservadora crítica musical.
Uno de los que se ha percatado del genio de Sean es otro igual a él: Les Claypool, uno de los valiosos aportes que el rock noventero ha traído.
Lo más emocionante (y morbosamente atractivo) es ver la reacción química de un Lennon a la guitarra y un bajista con fuerte carácter, cuyas temáticas son resultado del amenazante momento histórico que vivimos: los tiempos en donde un monolito al miedo se ha erigido: Donald Trump.
Phobos (o Fobos en español) como símbolo del miedo. La portada del disco es una alusión directa al personaje retrógrada de los negocios y la política norteamericana; el primer tema es quien da título a este álbum. Hay un par de canciones con referencia directa a los tiempos que vivimos.
Se habla de lo mismo en piezas como Mr. Wright, Ohmerica y The Breath of a Salesman que presentó Jéssica aquí. Sin embargo el disco se embarca en un viaje que torna tintes psicodélicos, espaciales, aderezados por el Slap funky de Claypool y presentando más en serio a un Lennon que deja fluir el bastión de genialidad en la guitarra; cosa que no se había visto mucho en sus discos anteriores.
No se sable si la dupla planeó el concepto de este disco o fue un delirio de una noche de juerga como lo asegura el nombre del grupo que se antoja etéreo y no de larga duración.
El resultado podría sorprender al fan más quisquilloso de Primus o al melómano mas romántico del universo Beatle. Sin embargo lo importante está en el disco, en su sonido, su lírica, el arte, y la instrumentación. Puede ser una sorpresa para aquel que menosprecia al “hijo de Lennon” o para el que lo ha sobrevalorado. Sobre Claypool podemos decir que es una hoja más en su expediente de virtuosidades y no queda más que ponerle play a su disco.
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