Now Reading: El Templo del Grunge I

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Suicidios infantiles, como el caso de Jeremy Wade Delle, quien se disparó en la boca frente a sus compañeros de clase en 1981, genocidios y las tensiones por la Guerra Fría a la que daba empuje el presidente Reagan y que puso en juego el papel que Estados Unidos tenía como potencia en el mundo fue lo que, entre otras cosas, provocó la detonación musical que acabaría en oídos de muchos jóvenes de aquél país (y después, de muchas partes del mundo). El vientre dentro del que se gestaba todo aquello, desde mediados de los ochenta, fue la ciudad de Seattle.

Hay momentos en que los movimientos musicales con todo y su bandera “contracultural”, se tornan difusos, coquetean hasta prostituirse con el sistema del que se jactaban de oponerse y se ven también, carcomidos por la multitud y por todo lo conocido como pop. Es entonces menester de una generación, formular una nueva respuesta, un refugio. Un grito de luz.

Qué lejos había quedado el hipismo genuino y para muchos, hasta el Heavy Metal con sus pantalones de cuero y actitud “maligna”, comenzaba a tornarse ingenuo. Incontables fueron los músicos que se congregaron en Seattle con la esperanza de fundirse en un movimiento creciente en el que permeaba una actitud de empatía y de inclusión, pero también una profunda tristeza generacional.

Green River era el nombre de una prometedora banda por la que perfilaban nombres como los de Jeff Amment y Stone Gossard (ambos, futuros fundadores de Pearl Jam). Después de algunas grabaciones repletas de rock directo, aunque con un éxito comercial casi nulo, mutarían después a lo que fue Mother Love Bone, liderados ésta vez por Andy Wood, un carismático y talentoso cantante quien antes había formado la banda Malfunkshun, y junto al que llegarían a convertirse, casi de inmediato, en una agrupación de culto. Aquel Amor de Madre se vio herido, roto, con la trágica pérdida de Andy luego de una de sus tantas recaídas en las drogas.

Viéndose desmembrado, aquel añorado proyecto que fue Mother Love Bone, los miembros restantes, se convirtieron literalmente en sobrevivientes, pero ellos y su familia, no eran los únicos deudos de Andy Wood; el dolor se hundía también en el pecho de Chris Cornell, -cuya voz era ya bien conocida en la escena de la región washingtoniana, gracias a su banda Soundgarden- quien había desarrollado una entrañable amistad con Wood gracias a que solían ser compañeros de apartamento.

Para aquel entonces (1990), un introvertido muchacho llegaba de Chicago,

para audicionar con diversas bandas y ser elegido para quedarse en The Gossman Project y que cautivó con su voz a la mayoría de sus congéneres, Eddie Vedder era su nombre y como Grunge, -como variación de la palabra “grungy” que en el argot gabacho era usada como sinónimo de sucio- se le conocería a aquel movimiento con el que tantos desaliñados por la podredumbre misma del contexto se identificaron.

El mayor despunte vendría en 1991 con Kurt Cobain, su rota alma punk, su poesía viva y descarnada y sus Converse. Sin embargo, previo a ello hubo muchas historias, mucha música, influencias y consecuencias. Los invito a dar con el que esto escribe, un vistazo a lo que ha sido hasta ahora uno de los últimos movimientos musicales y (¿contra?) culturales que han tenido verdadera relevancia y que aún se respiran en el aire.

Hubo pues, un cardumen de bandas nadando a contracorriente (de la debilitada contracultura) en la superficie del mar grunge pero hubo también otra concentración de especies grungeras que se quedaron en las profundidades de aquél océano sin que ello significase que su aportación no ha sido valiosa. Bienvenidos al Templo del Grunge.

CONTINUARÁ…

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