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9 junio, / _Sandredg

Ya, perdónenlo.

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“The sun and the moon and the million stars that are waiting there for you, reaching out with a velvet touch will make a path way through”

[dropcap]A[/dropcap] pesar de no estar convencida, y no creer en cosas de ese estilo, lo hice.

Comenzó el que llevaba la sesión, no, no era espiritista.

“Esta meditación se la vamos a ofrecer a nuestra madre tierra que se encuentra….”, y comencé a llorar, en automático, como si supiera lo que seguiría, eran lágrimas involuntarias y me dio algo de pena porque no entendía el motivo, trataba de contenerlas, no quería desconcentrar a los demás, pero mi lagrimal seguía abierto.

Ahí me perdí porque comenzó a sonar una voz “en off”, la escuchaba en mi cabeza pero yo respondía como si en verdad estuviera ahí, nadie dijo nada porque, en mi caso, era la primera vez, dicen que hay quien responde diferente.

Alguna palabra más, o menos:

– Dile que me perdone.
– ¿A quién?
– Dile que me perdone.
– ¡Pero dime a quién!
– Tú dile, dile que me perdone.
– ¡Ya dime a quién!

Y la voz no salía de repetir eso, mientras yo seguía llorando.

Después, quien nos guiaba comenzó a darnos indicaciones para una rutina que implicaba inhalar por un orificio nasal y exhalar por el otro, era algo referente a la depuración de malos sentimientos, hacia quienes fueran. Pensé en varios, pero no pasó a más.

Comenzó a hablar de los apegos físicos y emocionales de lo que somos esclavos, esos que no nos sueltan para lograr lo que cualquiera quisiera, ser libres.

La voz se había mantenido sólo susurrando, como si entendiera y estuviera respetando al que hablaba al momento. Cuando el guía comenzó a hablar de lo anterior, apegos, aferraciones y aprehensiones, yo en lo único que pensaba era en el miedo que me provocan los cambios, y sé que vienen muchos.

Entonces volvió a hablar como al principio, repitiendo, cual estribillo en canción:

– Yo te voy a cuidar, yo te voy a ayudar y te voy a enseñar, tú vas a estar bien, sólo dile que me perdone.

Comencé a llorar de nuevo, no recuerdo, en mis 28 años, haber escuchado una voz tan triste y melancólica, se le notaba un pesar muy grande sólo de oír su timbre, creo que eso era lo que me provocaba, inconscientemente, las lágrimas descontroladas. Era la voz de un hombre, sonaba más vieja que la de mi padre por lo que le calculo algunos sesenta y cinco años.

Y seguía repitiendo lo mismo, ahí yo no podía escuchar lo que decía quien nos llevaba, sólo a él, preguntándole a quién quería que pidiera perdón en su nombre.

Era como si la voz supiera cuando iba a hablar alguien y entonces bajaba el volumen y comenzaba a susurrar, de repente sollozó, no sé si lloraría él también.

– Ahora, vamos a unir todos nuestras raíces, tenemos raíces y nos enredaremos unos con otros hasta formar uno solo por debajo de la tierra, le daremos un abrazo y le pediremos perdón por todo lo que hayamos hecho que pueda haberla dañado.

Seguía mi llanto, de repente tocaban fibras que me hacían tambalear y era ahí cuando sentía que me quebraba, seguían hablando de nuestras raíces entrelazadas y de cómo debíamos alimentarlas para que siempre estuvieran frescas.

Entonces, pensé sólo para mí:

– Yo no quiero echar raíces, no pronto. No ahora, las raíces atan, no quiero raíces.

Y comienza aquel, quizá hasta oía mis pensamientos:

– No, tú no decides dónde echar raíces, ellas se anclan solas donde así lo consideran. No puedes rechazarlas porque están en ti, no han sido cortadas, y no será así, alguien sin raíces está muerto en vida, no las hagas menos, no hables por hablar (aunque yo no estaba hablando).

Después de eso, él seguía, “pídele que me perdone, dile que me perdone, dile que me perdone, dile que me perdone”. En ese momento sentí que ya no podía con una voz con tanta pena y abrí los ojos. Me sequé las lágrimas e hiperventilé unos segundos.

Dicen, los que estaban ahí, que había dos vertientes, en sus teorías, para que hubiera escuchado eso:

1. Era yo en otra vida.
2. Era un alma que no puede con un arrepentimiento y necesita ayuda.

Entonces yo dije:

1. Tuve esquizofrenia momentánea.
2. Mi escepticismo era de papel.

Como sea, cualquiera de los dos escenarios que se me plantearon son tristísimos. ¿Si derrumbé un bosque en vidas pasadas?, ¿si es un alma que necesita la ayuda de alguien que no cree en ello?, ¿qué se hace?, ¿ignorar el hecho, aunque no pueda olvidar la voz de aquel hombre?

Entonces comencé de cero, y empecé a cuestionarme todo. Yo, la que no cree, por más cosas que le muestran, oí la voz más devastadora que nunca había escuchado.

“Sad soul and a tired mind, must believe in the peace “he’ll” find, with fingers of orange fire, grab hold of “his” heart’s desire”.

Si a alguno de ustedes, un hombre de aproximadamente sesenta y cinco, setenta años, les debe un perdón, el más grande de sus vidas, déjenlo ir.

No hay más, yo ya no sé en qué creo.

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