Mi padre tenía una buena forma de alentarme cuando iba mal en la escuela. “Si sacas buenas calificaciones, te regalo un disco, el que quieras”. Yo era como un caballo corriendo atrás de una zanahoria. Nunca logré los dieces que él esperaba, pero si sietes y ochos y con eso, muchos LP’s (la verdad no tantos como yo hubiera querido).
Uno de ellos, por equivocación de mi padre, llegó a mis manos. Una mujer con un disco llamado “Wave” ¿Qué era, quién era? Enojada porque no fue el disco que le pedí, lo dejé dentro de su envoltorio de celofán por unos días. Lo veía con recelo, yo no quería a Patti Smith, yo quería Strangeways, Here We Come de The Smiths. ¿Cómo pudo confundirse mi padre? “No sé, yo pedí el de Smith y me dieron ese”
Dancing Barefoot me atrapó a la primera. Me quedaba parada a un lado del tocadiscos para repetirla una y otra vez. Y ahí me quedé, en un loop constante con la princesa del punk.
Para ser honesta, nunca creí que mis ojos verían a la Smith. Quería oler, ver y tocar de dónde venía ella, qué la había impulsado a ser eso que fue, es y será. El pasado sábado me temblaba el amor de saber que la tendría a escasos metros de mi vista, de mis oídos, de mi olfato, de mi tacto. Por que sí, las canciones de Smith se huelen, se ven, se sienten y se pueden tocar.
Nunca le interesó competir con las ‘dancing queen’ de su época, ella no iba a a ser una Donna Summer, tampoco le interesaba ser una Joan Baez, o una Carol King que usaban vestidos bonitos, tocaban el piano y le cantaban al amor, o ser la niña linda del rock como Debbie Harry. Patti fue una mujer diferente a todas, una que no tuvo miedo de subirse a un escenario y retarse con un Johnny Rotten asumiendo riesgos en todos los niveles. Le bastaba con su voz y su guitarra.
Cantando y desafiando con la misma fuerza que un hombre lo hace, usando pantalones con tirantes, cabello desaliñado, ni una gota de maquillaje y una guitarra eléctrica colgando de su poesía, de sus letras, de su arte. ¿Una mujer podía hacer eso? ¿Tener una belleza andrógina, no usar tacones, no usar vestidos y aún así ser una de las mujeres más influyentes en el punk-rock de los 70? Sí, ella encabezó el movimiento punk newyorkino junto con los Talking Heads, Blondie, The Ramones y Television (entre tantos más) y que no tenía nada que ver con el punk que Inglaterra hacía.
Finales de la guerra de Vietnam, Nixon de presidente y ella debutando con “Horses”. Mujer vanguardista, pionera de un movimiento con una visión feminista sin caer en lo azotado. Poeta beat, activista, pintora, escritora. Ella es “La Princesa del Punk” la que al día de hoy sigue con esa crudeza de letras difíciles y agresivas y te lo grita a la cara.
La luna esplendorosa, con fondo de Anahuacalli y una Smith explosiva. Más de cinco mil personas entre veinte y setenta años. Todos estábamos por una sola razón, ver a una leyenda en vivo. Y así salió la señora, de sesenta y cinco años a dar una muestra de qué está hecho el rock, de cómo es pararse en un escenario y partirte a la mitad. Voz perfecta, sonido impecable y esas manos que hechizan cuando las mueve ligeramente, como si te estuviera hablando en un idioma que apenas estás conociendo y conectando con el público a otro nivel.
Dedicó canciones para los tres periodistas muertos, a Roberto Bolaño, a Frida y Diego, y a Adam Yauch miembro de The Beastie Boys. Transmitiendo en todas y cada una de sus canciones una fe inquebrantable y dejándonos ver a una Patti Smith que aún se sigue emocionando. Que aún no cree lo que es, lo que representa y significa. En varias ocasiones, se quedaba mirando al público con una sonrisa marcada donde no podía ocultar su incredulidad, su humildad, su agradecimiento y su amor hacia lo que hace y hacia lo que le dan de regreso.
Una Smith que se mueve por todo el escenario, que se sienta, que detiene una canción y la vuelve a repetir, que sube una pierna y levanta el puño, que da la espalda al público para darse un momento de intimidad con su banda, con ese estilo tan audaz y descarado como el de cualquier rockero y con esa delicadeza y aparente falta de ego. Por una hora y media nos hizo recordar la inocencia y energía de aquella época. Y ahí estuvimos más de cinco mil personas como testigos fantasmales de un pasado que fue mejor. Brincando y bailando con las emociones en la punta del ojo a punto de soltar una lágrima.
[pullquote_left]¿Cuánto tiempo pueden seguir siendo relevantes los músicos en el mundo del rock?[/pullquote_left] También me pregunto, durante cuánto tiempo la música seguirá siendo una fuerza cultural relevante como la que ha hecho Patti Smith. No lo sé, el tiempo nos dará a otro sucesor pero ella, sin duda, tiene el primer lugar.
A veces los errores resultan los mejores aciertos. Por una equivocación Patti llegó a mi vida para quedarse y fui una de las afortunadas que vio a una genia y se tropezó con ella. Una vez más, gracias, papá.
Sofía Castrejón
No había hecho la liga: Patti smith tocando durante el plenilunio ¿Hay acaso dos fuerzas más femeninas más cabronas que Patti Smith y la Luna? Un gustazo ver esa noche a través de tus ojos… No como en Chilango que no respetan ni el tiempo en que narran.