Es común que siempre vaya un paso atrás, más por distracción que por otra cosa.
Por ejemplo, este escrito debí hacerlo hace un año donde el carajo me estaba cargando y se negaba bajarme, después de un metro comienzo a sentir vértigo, tal vez sea mi 1.57 de estatura o la torpe idea de pegarme otra vez en la frente para tener que usar “moñitos” de tafetán y curar la herida. Los tiempos ya no son como antes, hablo de hace 23 años, donde, desde entonces, seguía sin gobernarme y me pasaba las advertencias de mis padres por debajo de las agujetas, todo era bueno y fácil, el amor era puro y tímido, no sabíamos de dobles intenciones ni lo veíamos como negociable, ahí no era aplicable el “no te doy si tú no me das algo a cambio”, los años nos hacen tomar mañas con las que aprendemos a hacer trueque a nuestra conveniencia, tampoco el dinero era sobrevalorado como ahora, bastaba un billete para comprar medio mundo en la tienda de su preferencia. Pero no es ese mi punto, la nostalgia es sagrada y hoy no pienso jugar con ella. A lo que sigue.
Hace un año, dejé de llorar por cuestiones personales. No me arrepiento, son experiencias que debían pasar para crecer, madurar, entender, confiar, desconfiar, admirar y decepcionarse, era el momento justo en que tenía que suceder y con eso me quedo. Era hora de reconocer a quien merecía ser colocado en el altar fraternal que tenemos en la mente, yo tengo el mío y es muy grande, un altar que es ocupado por algunos mientras los efectivos tienen su hora para llegar, y quedarse.
Hace un año, exactamente a la una de la madrugada llegué con los ojos hinchados a casa, creyendo que mi madre estaría dormida cuando fue todo lo contrario, estaba esperándome para que le diera su abrazo por el ya conocido día, fue el abrazo más triste que recuerdo haber dado pero por primera vez nos entendimos como una madre en algún momento debe hacerlo con su hija, después nos fundimos en una sola por más de tres horas, lo del regazo cálido es cierto, era como estar otra vez en el vientre y no querer salir. Dormí con ella.
Hace un año, justo antes de entrar el 10 de mayo, estaba llorando en la casa de alguno de mis amigos que no sabía cómo consolarme. Imagino que para un hombre debe ser difícil e incómodo ver llorar tanto a una de sus mujercitas’, según ellos intocables. Me imaginaba al típico padre inexperto al que habían dejado solo con su bebé de meses y no sabía cómo distraerlo. Comenzó mostrándome fotos de su familia, después de sus viajes, siguió con videos hasta terminar cantándome canciones; “no distance left to run” es la que represente mi 9 de mayo del 2011, así siguió con el repertorio de los temas que pidiera “porque la música sana, la música salva y tú de ésta te vas a librar”. Y lo hice.
Previo a eso, fueron 17 días con fuga lagrimal y una pena tan grande que parecía no caber por las puertas. Pena doble, el sentir el pesar y la vergüenza que me provocaba no poder dejar de llorar, creo que es peor que llorarle a un muerto. Al menos ahí sabes dónde está, que no regresará y que es algo natural. 17 días en donde no sólo fue mi drama el que nublaba mis días sino los de los demás, los de la gente que solía estar conmigo. Hermoso era el cuadro de la señorita oficinista que no podía dejar de llorar mientras enviaba un reporte o hacía un compilado de siete juegos para poder enviar una fianza antes del viernes a las siete de la noche.
Y recibía decenas de llamadas para ver cómo estaba, si algo necesitaba, si quería compañía. Sí, no era tan fuerte como creía y necesitaba no estar conmigo. Entonces ahí fue cuando me di cuenta de que soy a lo que los gringos llamarían una “lucky bastard”, ángeles terrenales, o demonios, ya no sé, que no se separaron de mí en ese tiempo y que me vieron desgarrar mis vestiduras (casi), que atestiguaron como estos ojos dejaron de ser color miel para tornarse rojos. Y siempre estaban ahí. Quienes menos imaginé, ahí se quedaron y esas son cosas que se guardan en el disco duro de uno mismo, sin importar lo que pase después. Entonces empecé a notar que, con el tiempo, la misma vida depura lo que no es para ti, cosas que no tienen porque estar contigo simplemente porque la compatibilidad se acaba y los sentimientos eran de papel, de esos que con una llovizna de tres minutos se humedece y termina por desmoronarse, así fue, a partir de ahí, algo deja entrar a personas que se volverán tu amuleto, tu tótem, tu tiempo.
Hace un año ya que no creí pasarlo, pero somos así, asesinos por naturaleza, asesinos de nuestra propia esencia, mejor dicho, en mi caso no era el miedo a la soledad, siempre he sabido estar sola y la disfruto como sé que muchos lo hacen también pero hubo un momento en que supe que ya no era yo, era alguien que se empeñaba en ser diferente por estar con alguien más. Desenamorarme de mí para hacerlo de alguien más no, en mi familia eso no se usa, es tan posible, aunque no crea en ello, que mi abuelo muerto me dé una madriza en sueños por ser la mujer que nunca hubiera querido que fuese. “Nunca querer a alguien por encima de ti”, me educaron muy bien. Gracias, señores que me mantuvieron.
Poco después hice lo que muchos cobardes harían. Viajé creyendo dejar los problemas atrás cuando siempre se carga, sin conciencia, un morralito donde se guarda lo más doloroso para ver si lo puedes dejar por allá, lejos de ti. Entonces fue cuando me enamoré de la ciudad que me acogió y de su gente, personas que no me conocían y no tuvieron empacho en recibirme como uno de ellos.
Lucky bastard está completamente agradecida con lo que sea por haber puesto personas que le abrieron el panorama; recientes, conocidas y otras que no sabía que existían y estuvieron siempre a disposición de estar conmigo.
A ellos, los que se jactan de ser rudos, crecidos en cavernas, casi silvestres y no cuentan con muchas féminas en su círculo, que estuvieron a una llamada de distancia. Una llamada y por arte de magia, me esperaban afuera de donde estuviera. A ellas, aunque pocas, que siempre estuvieron frente, detrás y a un lado de mí, pero nunca se distanciaron. Y a aquellos que conocí por un viaje, esos que comenzaron agradándome y terminé adorándolos. No omito a los que, por ridículo que parezca, por medio de una red social, estuvieron ahí, regañándome por azotada, dramática e intensa. Porque a final de cuentas sé que interactúo con las personas correctas, siempre tuvieron razón.
Hace un año que parecen muchos más, quizá porque ya no duele, porque ya no se siente, porque ya no se extraña, porque en efecto, ya pasó y así tenía que ser.
Y no, no estoy en período de ovulación, es necesidad de reconocimiento. La compatibilidad entre personas está a la orden del día y mientras más viejos somos, más fácil lo distinguimos.
“Dejad de pelear por idioteces que de ustedes será el reino de los que estén juntos hasta que alguno muera”.
“What would you think if I sang out of tune, would you stand up and walk out on me?”
Seguro, ayudarme cantando espantosamente conmigo, porque son músicos y no cantantes, pero sé que no me dejarían hacer el ridículo sola.
With a little help from my friends y lo que sea, bienvenido.
Con cariño.
Una lucky bastard cualquiera.
bmartinezmex
Tal vez me espiabas fuera de esa habitación tras esa puerta donde reías a carcajadas al verme a mí: el típico padre inexperto al que habían dejado solo con su bebé de meses sin saber cómo controlar ese silencio que rompía absurdos llantos, ese que no encontraba cómo distraerlo; ese que trataba de encontrar el billete que compraría medio mundo de motivos que hicieran sonreír al pequeño.
No sé si lo que me conecte sea tu verdad o tu ficción, y al final no quiero descubrirlo.
@_Sandredg
Gracias por tomarse el tiempo de leer, el mundo ya está muy ocupado como para detenerse a observar unas líneas que no son las propias, hay que hacernos de ratitos libres para consentir a nuestro cerebro que, finalmente, es el que nos maneja.